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Es un problema bastante frecuente. Hasta la mitad de las personas adultas sufren indigestión en algún momento de su vida. La mayoría de las personas que padecen de dispepsia de forma puntual no consultan al médico y se automedican. Uno de cada tres adultos tiene algún malestar de este tipo al menos una vez a lo largo de un año, pero de éstos menos de la mitad llegan a ir al médico y toman un protector gástrico por su cuenta.
Aunque la dispepsia puede tener causas que requieren un tratamiento específico, como la úlcera gastroduodenal, la infección por el Helicobacter pylori u otras más graves, hasta en la mitad de las casos no se encuentra ninguna causa, incluso aunque se realice la prueba diagnóstica más importante para su estudio, la endoscopia digestiva alta.
En los casos en los que hay una causa específica, la dispepsia puede desaparecer para siempre con el tratamiento, como en los casos mencionados de la úlcera o el Helicobacter. En el resto de casos, cuando la dispepsia se considera funcional y por lo tanto de curso benigno, ésta puede ser crónica y tener un curso intermitente a lo largo de la vida, con diversos tratamientos de prueba sin que llegue a mejorar ni desaparecer del todo.
CAUSAS
La dispepsia no es una enfermedad. Es un síntoma que puede ser debido a distintas causas y aparecer en situaciones benignas y en distintas enfermedades. La indigestión o dispepsia se puede clasificar en distintos tipos en función de sus causas:
- Dispepsia no investigada: no se ha realizado ningún estudio para averiguar su causa o es la primera vez que aparece.
- Dispepsia orgánica: a través de diversas pruebas diagnósticas se identifica una causa orgánica que justifica los síntomas.
- Dispepsia funcional: se han realizado pruebas diagnósticas sin encontrarse una causa que la justifique. Es un diagnóstico de exclusión. Esto quiere decir que una dispepsia se puede catalogar como funcional sólo cuando se está seguro de que no hay una enfermedad que la esté produciendo.
Enfermedades y causas digestivas que causan dispepsia
Las causas orgánicas de la dispepsia, es decir, las enfermedades que pueden ocasionar este síntoma, se pueden clasificar a su vez en las que tienen su origen en el aparato digestivo y en aquellas que son de otro origen.
Las causas digestivas de dispepsia más frecuentes son la úlcera gástrica o duodenal (por la ingesta de antiinflamatorios o por Helicobacter pylori) y la enfermedad por reflujo gastroesofágico. En los casos de reflujo gastroesofágico suele haber además otros síntomas, como pirosis (ardor en el pecho por el ácido gástrico que sube hacia el esófago) e incluso regurgitación.
Otras causas de origen digestivo de la indigestión son la pancreatitis crónica, los cólicos biliares, los tumores de estómago, páncreas o hígado, la enfermedad celíaca o la sensibilidad al gluten no celíaca, la intolerancia a la lactosa o a la caseína, la isquemia intestinal crónica (con falta de riego sanguíneo al intestino), la enfermedad inflamatoria intestinal, algunas parasitosis y otras enfermedades más raras (la enfermedad de Ménétrier, la gastroenteritis eosinofílica, la sarcoidosis, la amiloidosis…).
Hay enfermedades que no son del aparato digestivo y que pueden producir también sensación de digestión pesada o dispepsia. Puede aparecer dispepsia en la diabetes mellitus avanzada con daño del sistema nervioso autónomo que controla la parte gástrica de la digestión, las enfermedades tiroideas, algunas enfermedades autoinmunes (como el lupus o la artritis reumatoide), la insuficiencia renal crónica avanzada (por la gastropatía urémica), diversos fármacos (además de los antiinflamatorios no esteroideos comentados, algunos antibióticos, los opiáceos, la colchicina, los estrógenos, algunos suplementos minerales, el hierro, la digoxina).
El infarto agudo de miocardio en ocasiones puede cursar con un dolor que puede ser confundido con un origen digestivo. El tabaco y el alcohol es frecuente que produzcan dispepsia. Por último, el embarazo no es una enfermedad, pero puede producir dispepsia.
La dispepsia funcional es, como se ha comentado, un diagnóstico de exclusión, por lo que hay que estar seguros de que no hay ninguna causa orgánica que la esté produciendo. Para descartar las causas comentadas, hay que haber realizado una historia clínica y exploración física completas, además de una endoscopia digestiva alta. Esto incluye descartar dos entidades infradiagnosticadas: la enfermedad celíaca, que puede ser causa de dispepsia o síndrome de intestino irritable; y la sensibilidad al gluten no celíaca, que es una entidad de descripción reciente, cuyo diagnóstico se basa en descartar la celiaquía y realizar una dieta sin gluten de prueba para ver si hay mejoría.
SÍNTOMAS
La dispepsia o indigestión consiste en un dolor o malestar centrado en la parte superior del abdomen. Puede ser como una sensación de quemazón, pero también incluye las sensaciones de plenitud posprandial (consiste en sentirse muy lleno tras la ingesta de alimentos) y de saciedad precoz (sentirse saciado y lleno al poco tiempo de haber comenzado a comer).
La dispepsia puede ser continua, incluso sin relación con las comidas, o intermitente y aparecer solamente en relación con la ingesta de alimentos. La presencia de dolor o molestia en los costados o la presencia de pirosis (quemazón retroesternal, en el centro del pecho) no se incluyen dentro del concepto de dispepsia, aunque pueden aparecer como síntomas acompañantes. El dolor abdominal asociado a la alteración del ritmo intestinal o que mejora con la defecación tampoco entra dentro del concepto de dispepsia.
Síntomas de alarma ante una indigestión
La mayoría de los casos de dispepsia en general no están relacionados con enfermedades graves. Hay ciertos síntomas que, si acompañan a una digestión pesada, sí se consideran de alarma, y en caso de aparecer, deben hacer consultar sin demora con un médico:
- La pérdida de peso asociada a la dispepsia es uno de esos síntomas de alarma.
- La aparición de sangre en las heces, o heces negras (señal de sangre digerida), también es un signo que puede ser preocupante.
- La dificultad para tragar o la regurgitación de alimentos ya deglutidos es otro motivo de consulta, como también la coloración amarillenta de los ojos o la piel, o un dolor abdominal muy intenso.
- No es frecuente que la dispepsia sea el síntoma de presentación de un infarto de corazón, pero si aparecen dolor en la mandíbula o el pecho, o dolor de espalda o en cinturón, con sudoración intensa, palidez, intensa ansiedad o sensación de muerte inminente, podríamos estar ante uno de estos casos raros, y la consulta a un centro sanitario debe ser urgente.
DIAGNÓSTICO
Para el diagnóstico de la causa de la dispepsia, lo primero y más importante que debe hacer el médico es una historia clínica completa y detallada del paciente. Hay que determinar el tipo de molestia (dolor o quemazón, plenitud posprandial –sentirse muy lleno tras comer–, saciedad precoz), la localización concreta y si se irradia hacia otros puntos, el momento en el que aparece, su relación con las comidas o la aparición con algún alimento concreto. Además, nos deberán preguntar con qué frecuencia aparecen los síntomas, si son muy intensos y si hay algo que los alivia. También nos preguntarán por los mencionados síntomas de alarma.
La exploración física en una persona que presenta indigestión lo más frecuente es que sea normal, aunque puede haber cierta sensibilidad en la zona epigástrica (en la parte alta y central del abdomen) a la palpación. Encontrar alteraciones como aumento del tamaño del hígado, bultos en el abdomen, presencia de ganglios aumentados de tamaño en alguna localización o la coloración amarillenta de la piel, harán pensar al médico en alguna causa orgánica de gravedad.
En los estudios analíticos en general no suele haber alteraciones, aunque la anemia por falta de hierro o la alteración del perfil hepático pueden sugerir alguna causa determinada de la dispepsia.
La prueba más importante que se suele realizar en el estudio diagnóstico de la dispepsia es la endoscopia digestiva alta o gastroscopia. Es mucho más sensible y específica que los estudios radiológicos con contraste que han caído en desuso. Además, permite la toma de biopsias para el estudio de las causas de dispepsia.
Se debería realizar una endoscopia digestiva alta a todos los pacientes mayores de 45-55 años que comienzan con dispepsia. También se debe realizar a los menores de esta edad que tengan algún síntoma o signo de alarma (pérdida de peso, vómitos con sangre, heces con sangre roja o digerida, vómitos persistentes, dificultades para tragar, ausencia de ingesta de alimentos por incapacidad para comer por la intensidad de los síntomas, saciedad precoz, anemia o falta de hierro, antecedentes familiares de cáncer gastrointestinal superior, coloración amarillenta de ojos o piel, masa en el abdomen o ganglios aumentados de tamaño, antecedentes de cirugía gástrica, antecedentes de úlcera). El temor importante a padecer un cáncer podría justificar también la realización de la prueba.
En los pacientes jóvenes sin síntomas de alarma no siempre es necesaria la gastroscopia. Así, ante casos de indigestión o digestión pesada se suele hacer lo siguiente:
- Si se toman antiinflamatorios con frecuencia, retirarlos y observar si desaparece la dispepsia.
- Si hay síntomas asociados de reflujo gastroesofágico, administrar tratamiento (inhibidor de la bomba de protones, es decir, omeprazol o similar), y si se resuelven la dispepsia y la pirosis, tratar al paciente como si tuviera una enfermedad por reflujo gastroesofágico.
- Si el paciente no toma antiinflamatorios ni tiene síntomas de reflujo gastroesofágico, se puede realizar una prueba para buscar Helicobacter pylori (un test del aliento o un análisis de heces) y si es positiva tratarlo, o tratar directamente con omeprazol o similares. Si se resuelve la dispepsia, no habría que hacer nada más. Si no se resuelve, es cuando ya se podría añadir algún otro fármaco o subir la dosis del protector gástrico. Si en cuatro semanas no se resuelven los síntomas, ya se realizaría la endoscopia.
TRATAMIENTO Y PREVENCIÓN
El tratamiento de la dispepsia orgánica es el de la causa que lo produce. El tratamiento de las causas más frecuentes consiste en:
- Retirar los antiinflamatorios no esteroideos (ibuprofeno, diclofenaco, aspirina…) si se están tomando.
- Erradicar el Helicobacter pylori si hay evidencia de infección por esta bacteria. Esta erradicación se realiza con una combinación de antibióticos y omeprazol.
- Tratamiento de la úlcera gástrica o duodenal con inhibidores de la bomba de protones.
En cuanto al tratamiento de la indigestión o dispepsia funcional, es decir, cuando no se ha encontrado una causa orgánica que la produzca, el objetivo es el alivio de los síntomas. Aunque sea un proceso benigno, puede interferir mucho en la calidad de vida del paciente. Para lograrlo, en general, el médico puede recomendar mejorar ciertos aspectos del estilo de vida, como dejar de fumar, reducir el consumo de alcohol y tratar el sobrepeso.
También se pueden realizar múltiples recomendaciones dietéticas como evitar el picante, evitar las grasas o evitar el café, sin que se haya demostrado que estas recomendaciones sirvan realmente para mejorar las molestias de los pacientes. Otros consejos como comer despacio, masticar adecuadamente, hacer ingestas frecuentes y no muy copiosas son adecuados, pero en muchos casos tampoco son suficientes para mejorar la dispepsia.
Fármacos para la indigestión o digestiones pesadas
Puede ser que el médico proponga diversos tratamientos farmacológicos para la dispepsia funcional, como los inhibidores de la bomba de protones u otros antisecretores como los antihistamínicos antiH2 (ranitidina y similares) o procinéticos que ayudan a vaciar el estómago (cinitaprida, cleboprida, domperidona). En algunos pacientes que tengan un claro componente psicológico se podría ensayar un antidepresivo con componente ansiolítico, como la amitriptilina o la paroxetina.
Aunque no se han realizado aún muchos estudios sobre este tema, hay muchos casos de personas que notifican mejoría de sus síntomas de dispepsia –o de otra entidad, el síndrome de intestino irritable– con un enfoque dietético personalizado. En concreto, la sensibilidad al gluten no celíaca consiste en la intolerancia al gluten sin ser celíaco, y uno de sus síntomas es la dispepsia. Estas personas comentan mejoría tras la retirada del gluten de la dieta. Aunque sea aún un tema controvertido por parte de la medicina alopática (de homeopatía o medicina alternativa) convencional, el hecho es que hay científicos que consideran que hasta el 10% de la población puede tener una sensibilidad al gluten no celíaca. La dificultad de su diagnóstico radica en que no hay ninguna prueba que permita diagnosticarla, y la única forma de hacerlo sería realizando la dieta sin gluten y ver si se mejora. Otras personas pueden mejorar con enfoques de dieta evolutiva que incluyen restricción de algún otro grupo de alimentos, además de los cereales con gluten.
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